Uno de los múltiples efectos que ha generado la pandemia de COVID-19 que nos sigue asolando hoy día es colocar la palabra “reestructuración” entre los titulares de los noticiarios empresariales. Con asiduidad asociamos la palabra “reestructuración” a la realización de grandes cambios.

En un contexto empresarial, una reestructuración puede ser vista como un giro de 180º para que la empresa retome la senda del crecimiento, algo necesario habida cuenta de la crisis económica en la que nos encontramos inmersos. No obstante, como veremos a continuación, ni toda reestructuración es un cambio drástico ni precisa de una crisis económica para ser llevada a cabo.

Según la Real Academia Española, entendemos por reestructurar “Articular, distribuir, ordenar las partes de un conjunto”. Si nos paramos a pensar un segundo, con esta acepción podemos darnos cuenta de que una empresa está permanentemente reestructurándose, solo que a pequeña escala. Y es que todo buen gestor que tenga experiencia y/o esté bien asesorado, sabe que las empresas tienen un ciclo de vida donde, debido a múltiples factores, en su fase de expansión o madurez necesitan adaptarse, renovarse, reestructurarse, o de lo contrario se verán abocados al camino del declive. Nuestra capacidad de anticiparnos permitirá que tengamos una visión global y que, mediante leves modificaciones y cambios progresivos, se consigan minimizar daños y no acometer grandes reestructuraciones.

Según el ámbito empresarial que se vea afectado, podemos diferenciar reestructuraciones operativas y reestructuraciones financieras. Las primeras suelen ser independientes de las segundas, pero cuando ocurre una reestructuración financiera es bastante probable que tenga lugar tras una reestructuración operativa que no ha tenido éxito.

Reestructuración operativa

Este proceso abarca múltiples aspectos empresariales que van desde una revisión al Core Business hasta el análisis de las áreas productivas existentes. Las causas que provocan estos cambios pueden ser internas o externas. Teniendo esto en cuenta, siempre recomendamos que toda empresa tenga presente su análisis DAFO, actualizado y en constante estudio.

A modo de numerus apertus podríamos citar como causas internas: pérdida de posicionamiento y relevancia en el mercado; obsolescencia de nuestro producto o servicio; alta rotación de empleados; incapacidad para retener profesionales talentosos; mal ambiente de trabajo; problemas de comunicación interna; existencia de funciones y responsabilidades poco claras o dudosas; aplicación de KPI que nos indican falta de eficiencia y eficacia; etc.

Del mismo modo, como causas externas: cambios en las tendencias de consumo; entrada de nuevos competidores; crisis económica global o en nuestro sector operativo; cambios legislativos que afectan a las condiciones laborales de nuestros recursos humanos o a nuestra actividad productiva; cambios en el sector a nivel tecnológico que devienen en nuevos productos o servicios, nuevas formas de producirlos o nuevos canales de venta de estos productos o servicios,  y que nos obligan a adaptarnos a los mismos para no quedarnos fuera del mercado, etc.

Reestructuración financiera

Por su parte, este proceso es aquel que tiene lugar ante la existencia de problemas de liquidez o de insolvencia actual o futura. El origen de estos problemas puede ser múltiple, pero de nuevo podemos diferenciar entre causas internas (incorrecta estructura económico-financiera, excesivo peso de la financiación ajena, márgenes brutos demasiado bajos, flujos de caja deficientes, costes laborales elevados, etc.) y externas (crisis económica que afecte a la demanda de tu producto/servicio o que afecte al acceso a la financiación ajena, pérdida de cuota de mercado por las acciones de tu competencia; cambios fiscales; nuevas oportunidades en forma de ayudas públicas y subvenciones, etc.).

En este caso, los cambios a realizar pueden hacerse bien en el lado del activo, haciendo que nuestros activos sean más rentables y generen más ingresos; bien en el lado del pasivo, reduciendo nuestra deuda, convirtiendo deuda en capital, refinanciándola con menor coste y con mayor vencimiento, etc.; bien respecto a los ingresos, generando acciones productivas y comerciales que nos hagan aumentar la facturación o bien respecto a los gastos, reduciendo costes de explotación, salariales vía ERE, financieros, externalización de procesos o redes de distribución, reducción de nuestra cartera de productos/servicios, etc.

Ser competitivos

Las acciones que realizar en una reestructuración operativa o financiera son casi infinitas, pero todas ellas tienen como objetivo mínimo garantizar el nivel de competitividad actual. El objetivo deseado es incrementar la competitividad eliminando aquellas actividades que supongan un lastre y/o separando inversiones que no estén relacionadas con la actividad principal de la compañía. Gracias a las oportunidades de mercado surgidas, e incluso las amenazas, la empresa debe atrapar nuevas oportunidades de generación de valor, lo cual será positivo en primera instancia para sus propietarios pero también para el resto de stakeholders como los empleados o los proveedores. Además nos permitirá en determinados contextos la salvaguarda del patrimonio empresarial al no tener que verse obligados al cierre de la actividad.

En cualquier caso, cualquier reestructuración operativa o financiera implica cambios relevantes que van a marcar el futuro de tu empresa. Aconsejamos fehacientemente contar con el asesoramiento de expertos en reestructuraciones. Estos realizarán, en primer lugar, un diagnostico del problema, relacionando puntos débiles y medios para poder corregir el problema. Con ello, crearán un plan de reestructuración, donde se determina qué acciones se van a emprender en el corto, medio y largo, objetivos a alcanzar, responsables, etc. Este plan, acompañado del uso de determinados KPI, nos permitirá evaluar si los tratamientos han tenido éxito y hemos corregido la situación, o bien hemos de realizar acciones correctivas. Además, la figura del asesor puede ser clave en negociaciones colectivas o con acreedores.

En Martín Molina contamos con un equipo de profesionales economistas, fiscalistas y abogados, que acumulan décadas de experiencia en el sector de la reestructuración empresarial. Estamos especializados en los procesos de reorganización societaria, due dilligence, valoración de unidades de negocio, diseño de estructuras de inversión, etc. Si consideras que tu negocio está sufriendo por la crisis del COVID-19, crees que no estás sacando el máximo partido a tus activos, o bien sientes que estás perdiendo tu cuota de mercado por los cambios de tu sector, revisa nuestro área de reestructuraciones empresariales y ponte en contacto con nosotros.