La planificación fiscal de una empresa no es otra cosa que un calendario de pagos que las compañías suelen usar para optimizar su carga tributaria. Una buena planificación permite a los negocios prever el impacto de los impuestos en sus operaciones, reduciendo costes impositivos dentro de los parámetros legales establecidos, y prepararse mejor ante los eventuales cambios en los regímenes fiscales que ocurren cada cierto tiempo. Esto, a su vez, trae consigo la disminución del riesgo de caer en incumplimientos con la Agencia Tributaria y lograr que las inversiones sean más seguras. Uno de los principales problemas empresariales es que las compañías carecen de una planificación fiscal y financiera, cuyo objetivo sea organizar y programar una serie de hechos que aseguren su supervivencia, aporten beneficios a sus socios y optimicen sus recursos económicos.
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