Partimos de la premisa que, desde el punto de vista contable, el patrimonio empresarial siempre está equilibrado: el total del valor del activo debe coincidir con el total del valor del pasivo más el patrimonio neto; todo lo que tiene la empresa ha sido financiado de alguna manera.

Los equilibrios patrimoniales se centran en comparar las masas patrimoniales que forman la estructura financiera y la estructura económica y, más concretamente, en analizar la posición que ocupan los elementos que forman el patrimonio. El equilibrio patrimonial es meramente contable e independiente de la situación de equilibrio o de desequilibrio que la empresa pueda presentar desde un punto de vista económico-financiero.

La empresa debe tener la capacidad de devolver las deudas y los costes financieros que ha contraído mediante los beneficios y los rendimientos económicos que se generen con las inversiones en bienes. Esa es la razón por la que se aconseja que la financiación a largo plazo financie el activo no corriente, ya que la empresa mediante la explotación de su actividad y los frutos obtenidos va a conseguir amortizar regularmente el capital de la deuda y pagar sus intereses.