• Revista de Buen Gobierno, Iuris & Lex y RSC

Tanto la integración empresarial como la concentración de empresas son procesos indisociables del sistema económico, pues una gran empresa es capaz de reducir más fácilmente el peso de sus costes fijos al producir en masa y al vender a un mercado mayor. Derivado de lo anterior, se parte de la premisa de que una concentración empresarial acelera el ritmo de crecimiento, reduce su coste y disminuye los riesgos.

Ahora bien, si se acude a una lógica económica, una empresa puede ser eficiente y dar una alta rentabilidad a sus accionistas, así como prestar un servicio a la sociedad sin necesidad de ser una gran empresa. Algunos expertos entienden que una empresa no tiene que ser ni grande ni pequeña, sino eficiente; y que la dimensión tiene algunas ventajas de escala, pero no debe constituir un objetivo en sí mismo -sobre todo si los beneficios de un proceso de fusión se obtienen mediante la solución fácil y poco innovadora de recortes de personal y centros de producción-.

En el mismo sentido, la pretensión constante de conseguir un ahorro de costes o de entrar en un nuevo mercado, no implica, obligatoriamente, llegar a tener un gran tamaño; ahora bien, también es cierto que una empresa pequeña debe realizar un gran esfuerzo para conseguir estos objetivos.

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